jueves, 28 de junio de 2018

Opción preferencial por los pobres. (segunda parte)



Opción preferencial por los pobres.-
 (segunda parte continuación del tema anterior)


3.- Jesús tiene por Padre al Dios que liberó a su pueblo de la esclavitud de Egipto.
Cuando Jesús define los actos característicos de la venida de los tiempos nuevos ofreciendo la liberación a los pobres, a los hambrientos y a los enfermos, cuando rechaza la marginación en cualquiera de los niveles en que se dé (religioso o social), se inscribe en plena dimensión de la tradición bíblica que le precedió. En efecto, Dios se dió a conocer a Israel como aquél que le liberó de la esclavitud en Egipto y le hizo salir del país de la servidumbre. La fe bíblica, la fe cristiana, han sido marcadas siempre por este hecho a través del cual percibimos el rostro de Dios: un Dios que es todo lo contrario de un potentado, un Dios que no toma el partido del rico o del opresor, sino que se manifiesta liberando al pobre de la servidumbre en que está. El corazón de Dios se vuelve a ver la aflicción y no descansa hasta que logre su propósito:
"He visto la humillación de mi pueblo en Egipto, y he escuchado sus gritos cuando lo maltrataban sus mayordomos. Yo conozco sus sufrimientos. He bajado para librarlos del poder de los egipcios, y para hacerlo subir de aquí a un país grande y fértil, a una tierra que mana leche y miel" (Ex 3,7- 12).
Por esta obra, realizada en la historia de un pueblo, Dios revela quién es El. Su identidad no puede ser conocida por nosotros independientemente de su acción liberadora. También Dios es reconocido por sus frutos. El fruto que El nos da desde el principio tiene el sabor de una libertad conquistada sobre la esclavitud. A lo largo de toda su historia, el pueblo de Dios es incesantemente invitado a recordar estas palabras: "Yo soy Yahvé tu Dios, el que te hizo salir del país de Egipto". Este, y ningún otro, es Dios, el Dios que es Padre de Nuestro Señor Jesucristo. Este, y ningún otro, es Dios, el que es nuestro Dios.

4.- La historia de la Iglesia, a pesar de sus debilidades y traiciones, atestigua que la defensa de los pobres es esencial a su misión.
Una Iglesia fiel a este Dios, una Iglesia que quiera ser "Jesucristo continuado" entre los hombres, es una Iglesia que no puede hacer otra cosa que dar la mayor importancia a la situación real de los pobres y marginados. Su fidelidad al Dios de Jesucristo, al Dios libertador de los oprimidos, está en juego en su compromiso por la causa de los pobres. Esto es lo que se manifiesta desde la primera comunidad cristiana tal como la describen los Hechos de los Apóstoles: la puesta en común de los bienes permite que cada uno -se nos asegura- reciba según "sus necesidades" (He 2,45). Por eso no se debería hablar propiamente de pobres, porque "entre ellos ninguno era indigente", a causa de la repartición de bienes que se había hecho (He 4,33). Sin embargo, hay que aceptar que el respeto del rico a causa de su riqueza y el menosprecio del pobre por su pobreza va a penetrar en el seno de la comunidad cristiana: las violentas imprecaciones de Santiago testimonian esta infidelidad de los cristianos, pero testifica también la viva conciencia que tiene el apóstol de las exigencias evangélicas en relación con el respeto y defensa del pobre:
"¿No escogió Dios a los pobres de este mundo para hacerlos ricos en la fe? ¡Y ustedes los desprecian! ¿No son los ricos los que se portan prepotentes con ustedes?... Pues bien, ahora les toca a los ricos: ¡lloren y laméntense por las desgracias que les vienen encima!... Unos trabajadores vinieron a cosechar sus campos y ustedes no les pagaron. Las quejas de los segadores han llegado a los oídos del Señor de los ejércitos" (Sant 2,5-6; 5,1 y 4).
La tradición eclesial es rica en obras e iniciativas en favor de los pobres. Toda clase de obras nacieron en este sentido; es importante situarlas dentro del marco histórico en que surgieron, pues no serían soluciones acertadas para los problemas de hoy. Esas obras no están totalmente exentas de ambigüedades, pero no por eso dejaron de encarnar exigencias evangélicas parecidas a las que se nos imponen hoy a nosotros, si bien en otro contexto.

La tradición de la limosna -esta palabra que tiene hoy un sentido peyorativo- expresa, durante un período histórico muy largo, la atención y acción desarrolladas al servicio de los pobres. El ayuno fue concebido durante mucho tiempo como una práctica que no encontraba su sentido cristiano si no iba acompañado de la entrega a los pobres de aquello de lo que uno se había privado. Construcción de asilos y hospitales para los pobres y enfermos, venta de bienes (incluso de los vasos sagrados utilizados para las celebraciones eucarísticas) para comprar víveres para la población hambrienta, o para rescatar prisioneros de guerra; creación del "registro de los pobres" (especie de oficina de beneficencia frecuentemente designada con el bonito nombre de "diaconía"); distribución organizada y sistemática de alimentos a los mendigos en los monasterios; asociaciones de seguros mutuos para ayudar a los miembros desheredados de las cofradías profesionales; creación de los montes de piedad contra las prácticas usurarias de los bancos; iniciativas para facilitar el acceso de los necesitados a la educación y al aprendizaje de un oficio. Un número considerable de congregaciones y de hermandades diversas han surgido con el fin de prestar alguna ayuda o solución a la angustia de los pobres.

Durante siglos, el obispo fue llamado "el padre de los pobres", y debía consagrar al servicio de los pobres la cuarta parte de todas las rentas de que disponían las iglesias locales. En algunos casos tenían la obligación de ejercer la hospitalidad sistemática para con los necesitados, teniendo comedores abiertos para ello. El mismo pobre, por mucho tiempo, fue considerado como "el vicario de Cristo" o "el sacramento de Dios". Se veía en él un intercesor especialmente escuchado por Dios, porque es especialmente amado por El.
Con la era industrial hizo su aparición una forma nueva y masiva de pobreza: el proletariado. Un poco tardíamente sin duda, pero con cierta fuerza, León XIII intervino, inaugurando lo que en adelante se convino en llamar "la doctrina social de la Iglesia". En la primera encíclica social, la Rerum Novarum (1891), encontramos explícitamente afirmada la que hoy llamamos necesaria opción preferencial por los pobres: "Es hacia las clases desafortunadas hacia donde el corazón de Dios parece inclinarse más... Jesucristo abraza con una caridad más tierna a los pequeños y a los oprimidos" (R.N. 20,2). Lo mismo debe suceder con el comportamiento de los cristianos. La misión del Estado es la de asegurar particularmente la defensa de los débiles y oprimidos (R.N. 29,2). Es necesario denunciar "la miseria inmerecida" (R.N. 2,1) de la que los proletarios son hechos víctimas graves, y la Iglesia quiere dar su aporte para "resolver el problema social".
Con unos argumentos que hoy día no nos pueden convencer, pues están muy ligados a una visión también muy autoritaria del papel de la Iglesia y a una seguridad infalible en la verdad indiscutible de sus soluciones, León XIII contribuyó al menos a despertar a las Iglesias para que presten atención al problema de los pobres en la sociedad moderna.
Con Juan XXIII, Pablo VI y el Concilio Vaticano II, los pobres del tercer mundo, en adelante, serán tomados en cuenta en la reflexión oficial de la Iglesia, al mismo tiempo que muchos cristianos trabajarán por la causa del desarrollo. En cuanto al discurso oficial, actual nadie ignora con qué frecuencia son invocadas y denunciadas las situaciones de injusticia que oprimen a los pobres, y las numerosas violaciones a los derechos humanos. Convendría igualmente recordar las tomas de posición oficial de los episcopados locales y de ciertas comisiones ligadas a sus episcopados, tanto en los países ricos como en los países del tercer mundo. "La opción preferencial por los pobres" se ha convertido en un verdadero leitmotiv de la actual enseñanza eclesial.
5.- Hacer nuestra, hoy, esta historia de Dios, de Cristo y de los creyentes en favor de los pobres.
El conjunto de datos bíblicos (Antiguo y Nuevo Testamento), así como los pocos puntos recordados sobre la vida y enseñanza de la Iglesia desde sus orígenes hasta nuestros días, coinciden en indicar que la defensa del derecho de los pobres, antes incluso que ser una opción, es sobre todo un hecho que caracteriza la acción del Dios de Jesucristo, y que este hecho fundamental se da con cierta continuidad, de manera muy imperfecta, a veces dramaticamente insuficiente, pero de modo persistente, en la historia de la Iglesia. Es esencial comprender que en este ámbito somos precedidos por la acción de Dios y la tradición de la Iglesia. Nadie está obligado a ser cristiano; pero si elegimos serlo, debemos saber que ser cristiano significa procurar que esta historia sea nuestra, y ratificar en nuestra vidas un modo de existencia que incluya, como uno de sus componentes esenciales, un compromiso personal y colectivo con la causa de los pobres.
6.- Pobreza espiritual, pobreza social, pobreza voluntaria.
Al terminar este punto, es importante precisar bien una distinción que se presenta como un hecho esencial tanto en el Evangelio como en la tradición cristiana, y cuya ignorancia o mala interpretación puede conducir a las peores confusiones, e incluso a las más escandalosas posiciones respecto a las víctimas de la pobreza: es la distinción entre la"pobreza de espíritu" (o "pobreza espiritual") y la "pobreza material o social" que es la falta de los bienes esenciales para una vida humana digna. En ningún caso el Evangelio nos pide tolerar, aceptar y menos aún elegir una situación de pobreza degradante. La misma "pobreza voluntaria" que recomienda el Evangelio de ha de distinguir vigorosamente de ese mal social. Para comprender la importancia de esta distinción entre las "pobrezas", basta citar un extracto del discurso pronunciado por Juan Pablo II en Chalco, México, el 7 de mayo de 1990:

"La pobreza que Dios llamó bienaventurada está hecha de pureza, de confianza en Dios, de sobriedad y de disponibilidad para compartir con los otros, de sentido de la justicia, de hambre del Reino de los cielos, de disponibilidad para escuchar la palabra de Dios y guardarla en el corazón. La pobreza que oprime a una multitud de nuestros hermanos en el mundo y que frena su desarrollo integral como personas, es diferente. De cara a esta pobreza que es carencia y privación, la Iglesia eleva la voz invocando y suscitando la solidaridad de todos para vencerla".



En tu cuaderno responde:

1.- De que manera Dios se da a conocer al pueblo de israel?
2.- escribe Éxodo 3,7-8
3.-Escribe la cita del Apóstol Santiago (Sant 2,5-6; 5,1 y 4)
4.- Escribe 5 obras creadas por la iglesia para el servicio de los pobres
5.-No es lo mismo Pobreza Material que pobreza de espíritu" escribe lo afirmado por el Papa Juan       Pablo II en 1990

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