domingo, 12 de junio de 2022

Los Santos no oficiales

 

 La Iglesia es santa 

 

Una de las tareas principales de la Iglesia es acompañar a los cristianos y cristianas por el camino de la santidad, con el fin de que aprendan a conocer, amar y contemplar el rostro de Cristo y a redescubrir en Él la auténtica identidad y la misión que el Señor confía a cada uno. Pablo, cuando habla de la santidad de la Iglesia, lo hace con expresiones arquitectónicas: 

 Ya no sois extraños ni forasteros, sino conciudadanos de los santos y familiares de Dios, edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, siendo la piedra angular Cristo mismo, en quien toda edificación bien trabada se eleva hasta formar un templo santo en el Señor, en quien también vosotros estáis siendo juntamente edificados, hasta ser morada de Dios en el Espíritu. Efesios 2,19-22 

 

En esta tarea, la Iglesia da testimonio de su santidad. Cuando hablamos de la santidad de la Iglesia nos referimos a sus miembros, a quienes han sido bautizados y siguen a Jesús. 

Esta santidad se hace más visible en los santos reconocidos oficialmente y, en especial, en María, la que es llamada Santísima, porque no ha conocido el pecado y ha sido siempre y toda de Dios, su Señor. 

La Iglesia, desde el bautismo, invita a todos a crecer en santidad de vida, siguiendo y amando al Señor, el SANTO por excelencia. Por eso, en cada eucaristía los cristianos y cristianas lo aclaman: "Santo, Santo, Santo eres Señor, Dios del universo". 

 Los frutos del Espíritu  

San Pablo señala que el Espíritu Santo produce en nosotros los frutos de la Caridad, Alegría, Paz, Paciencia, Comprensión de los Demás, Bondad, Mansedumbre y Dominio de Sí Mismo.   (Gál. 5, 22-23).

 Estos frutos son algunas de las "actitudes santas" que permiten descubrir la santidad como la vivencia de estos valores en las situaciones que nos toca vivir a diario. Lo fundamental es tener el deseo, por ejemplo, de ser caritativos, de andar con la alegría a flor de piel, de construir la paz a nuestro alrededor, etc. 

 Santos conocidos y desconocidos

Los santos no están tanto detrás de nosotros, en el pasado, sino más bien delante de nosotros, para indicarnos cuál es el camino que debemos seguir o el estilo de vida que debemos vivir. Ellos se han esforzado seriamente para ser verdaderos discípulos del Señor, hasta asemejarse a Él. Los santos oficialmente canonizados por la Iglesia son millares. Pero es mucha más grande la cantidad de santos no canonizados y que ya están gozando de la visión de Dios en la eternidad. Los católicos los recordamos especialmente el 1º de noviembre, en la fiesta de "Todos los Santos". Ellos nunca han sido "canonizados", pero son realmente santos porque han amado y servido como Jesús. 

EL proceso de santidad.

Una persona no es santa solo porque así lo declara la Iglesia después de un largo proceso de investigación, sino más bien ratifica lo que ya existe: una vida dedicada hasta el heroísmo o que destaca en cualidades excepcionales. 

La canonización es el proceso que la Iglesia sigue para declarar que alguien es santo o santa, es decir, es el anuncio solemne de que una persona ha seguido a Jesús de manera ejemplar y merece ser presentada públicamente como un claro ejemplo para los demás cristianos y cristianas. 

El proceso que sigue la Iglesia católica contempla cuatro peldaños o momentos. Cada etapa tiene sus exigencias y en esto la Iglesia, experta en humanidad y en santidad, se rige por criterios y normas muy precisas y exigentes para no faltar a la verdad histórica. 

 

A. "Siervo de Dios" En la primera etapa se le llama así al cristiano o cristiana que inicia su camino a la canonización. Esto indica que ha sobresalido en su seguimiento de Cristo y se distingue de los demás cristianos porque ha vivido de acuerdo a la voluntad de Dios. 

 B. "Venerable" Es la segunda fase de quien ha sido declarado Siervo de Dios. La palabra misma indica que esta persona merece veneración porque la Iglesia, a través de sus observaciones e investigaciones, conoce con certeza la calidad de su vida santa.

 

 C. "Beato" Es la tercera etapa, si la persona ha cumplido con todos los requisitos basados en numerosos estudios y testimonios exigidos para su beatificación.

 Esta palabra significa "feliz" e indica un grado mayor en el reconocimiento de su fidelidad al Señor y su ejemplo de vida cristiana. Uno de los requisitos de esta etapa es el de comprobar milagros o signos extraordinarios concedidos por su intercesión y que evidencien que se trata de una persona especial por su cercanía con Dios.

 Hay que recordar que los milagros los hace solamente Dios. Los santos son simplemente intermediarios o intercesores.

D. "Santo" Por último, una persona es declarada santa cuando la Iglesia encuentra que su ejemplo de vida cristiana puede ser reconocido universalmente, traspasando las fronteras. Es el caso, por ejemplo, de San Alberto Hurtado, un chileno cuyo compromiso social cristiano es excepcional, reconocido por todos y que puede ser modelo de vida para el mundo. 

 Canonización de San Alberto Hurtado

La Iglesia, para declarar santo (canonizar) a uno de sus hijos, sigue un proceso largo y riguroso: nada se da por supuesto. La santidad debe de mostrarse con el testimonio de vida y el compromiso, y con su capacidad intercesora ante Dios, es decir, con los milagros. Por poner un ejemplo, he aquí un milagro que en la última etapa fue decisivo en el proceso de beatificación del Padre Hurtado. 

El milagro que posibilitó la canonización En 1996, la joven Vivianne Marcela Galleguillos Fuentes sufrió un serio accidente automovilístico fuera de Santiago. Su traslado a la capital tardo 10 horas, tras lo cual quedó internada en una clínica neurológica donde debió ser intervenida, dada la gravedad de sus lesiones. Tras la operación, la adolescente pasó cerca de siete días en estado de coma. Su gravedad era de tal magnitud que incluso se llegó a hablar de la posibilidad de que sus órganos fueran donados. En medio de la desesperación y el dolor, y afirmándose en la fe, la familia de la muchacha la encomendó a Alberto Hurtado. Su padre acudió hasta el santuario del beato y encomendó la vida de su hija a un milagro del sacerdote jesuita. Esa misma noche, la joven despertó sin secuelas, algo absolutamente inexplicable no solo para los médicos chilenos, sino también para los italianos, quienes declararon que la curación resultaba incomprensible para la ciencia médica. 

Actividades.- 

Lee comprensivamente la guía y responde en tu cuaderno, las tres preguntas que se formulan

Cuáles son las etapas para establecer la santidad?

Qué milagro posibilitó la canonización del padre Hurtado?

Cuáles son los frutos del espíritu según san Pablo?


2.- Te invito a conocer otros santos que no están canonizados pero su vida y obra los han santificado. Escribe 10 líneas de lo más relevante de la vida y obra de:

Esteban Gumucio

Wangari Maathai

Malala Yousafzai

Greta Thumberg

La p

 

La Santidad, Dios es Santo

 La santidad: Dios es Santo

 

 La historia nos enseña que hay varones y mujeres de mucha calidad espiritual en todas las religiones y culturas. Con su vida y pensamiento, nos estimulan a ser mejores, a ser más positivos, a promover el bien con generosidad y desinterés.

 Ellos han buscado ser buenos y sembrar el bien. Por eso son recordados, admirados y, en muchos casos, imitados.

La idea de santidad" está presente en todas las religiones, aunque con acentos y perspectivas diversas. En el Antiguo Testamento, una de las verdades más claras es que solo Dios es santo, el Santo.

Algunas personas y objetos serán llamados "santos" en la medida en que Dios los elija y los acerque a Él. Por lo tanto, todo el pueblo de Israel es santo por tener al Señor en medio de ellos. Esto significa que el comportamiento de sus miembros y su modo de vida debe estar guiado por lo que Él quiere, es decir, por el amor, la justicia, la solidaridad y la obediencia. 

 

El Señor dijo a Moisés: Habla a toda la comunidad de los israelitas y diles: Sean santos, porque yo, el Señor, Dios de ustedes, soy Santo. . Todos ustedes respetarán a su padre y a su madre y guardarán mis sábados. ¡Yo soy el Señor, su Dios! No odies en tu corazón a tu hermano; pero corrígelo, no sea que te hagas cómplice de sus faltas. No te vengarás ni guardarás rencor contra tus compatriotas, sino que más bien amarás a tu prójimo como a ti mismo, pues Yo soy el Señor. Al forastero que viva con ustedes lo mirarán como a uno de ustedes y lo amarás como a ti mismo, pues ustedes también fueron forasteros en Egipto. ¡Yo soy el Señor, tu Dios! No cometan injusticia en los juicios, ni en medidas de longitud, de peso o capacidad; usen balanzas justas, peso y medidas exactas, ¡Yo soy el Señor, el Dios de ustedes, que los saqué del país de Egipto! Guarden todas mis normas y mis mandamientos. Ustedes los pondrán en práctica. ¡Yo soy el Señor! 

 

 La santidad en el Nuevo Testamento 

En el Nuevo Testamento, la santidad está asociada a Jesucristo, el Santo, y su propuesta de santificarse en el servicio a los demás. La santidad a la que llama es muy concreta; tanto como dar un vaso de agua, vestir al desnudo o visitar al encarcelado: 

Entonces dirá el Rey a los de su derecha: "Vengan, benditos de mi Padre, reciban la herencia del Reino preparado para ustedes desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me diste de comer; tuve sed; me diste de beber; era forastero, y me acogiste; estaba desnudo, y me vestiste; enfermo y me visitaste; en la cárcel, y viniste a verme." .::.    Mt. 25,34-36" 

 

En la tradición de la Iglesia se ha dado mucha importancia a las personas que han sobresalido en su búsqueda de la perfección humana y cristiana, según las enseñanzas del Evangelio y los ejemplos de Jesucristo, quien es llamado "El santo de Dios" (Mc. 1,24)

 

La santidad cristiana,

 de acuerdo con la revelación, adquiere una particular intensidad de significado, porque brota de la misma perfección de Dios, "tres veces santo", y lleva a vivir en Él y para Él.

 

 Para la Iglesia, son santos y santas todos los que, unidos a Cristo, han recibido de Él el don del Espíritu Santo, cuya acción fundamental es la de "santificar", es decir, purificar y transformar al cristiano en un nuevo Cristo. Por esta razón decimos que la persona santa es, como Cristo, un testigo del amor de Dios entre nosotros.

La santidad supone un esfuerzo humano para vivir los valores del Reinado de Dios, pero además se necesita del don que Dios regala a todos sus hijos e hijas. Don que han recibido todos los bautizados para llegar a la plenitud de la vida que Él quiere para nosotros.

En Jesús podemos encontrar un ejemplo de esta santidad que integra muy bien las acciones de liberación, sanación y enseñanza con la oración, la meditación y la mirada de fe en la vida cotidiana.

 En el estribillo de la canción "Envíanos, Señor" se reconoce la originalidad que ha dejado la santidad en la vida de quienes han querido seguir al Señor más de cerca: 

 

Danos el amor apasionado de Pedro. La audacia evangélica de Pablo. Y la fiel intimidad del apóstol Juan. La sencilla pobreza de Francisco. La alegría servidora de Alberto Hurtado. La entrega generosa de Laura Vicuña. El silencio misionero de Teresa de Los Andes. Envíanos, Señor Jesús. 

 

"Santo" significa, etimológicamente, "separado para Dios" y también "perteneciente a Dios". Estas dos realidades las vivimos integradas en nuestra vida cristiana. Podemos decir que nos separamos de todo aquello que es contrario al querer de Dios; y que también le pertenecemos a Dios en cuanto que cada ser humano es valioso porque es "propiedad de Dios". La santidad cristiana es un don de Dios y es, al mismo tiempo, una vocación y misión para todos los discípulos del Señor.

Se construye día a día, con la ayuda indispensable del Espíritu Santo que invita a la oración, a la celebración de los sacramentos, a la vivencia del Evangelio y al amor fraterno, como lo ha enseñado y testimoniado Jesús. Se trata, en pocas palabras, de llevar a la perfección la vida cristiana". Perfección a la cual todos estamos llamados por el mismo Señor cuando nos dijo: "Sean perfectos como mi padre es perfecto" (Mt. 5, 48). 

 

Chile, tierra de santos y santas

Tenemos la gracia de contar con dos chilenos que han sido declarados santos por la Iglesia. Ellos representan dos estilos tradicionales de vivir la vocación cristiana: la oración y la acción social. Es por eso que: 

 

• valoramos el testimonio de vida cristiana del Padre San Alberto Hurtado, una verdadera visita de Dios a nuestra patria.

Nos conmovemos con la mística y gozosa espiritualidad juvenil de Santa Teresa de Los Andes

También la Beata Laura Vicuña, nacida en Santiago en el año1891, quien ofreció su vida para sacar a su madre del pecado. Fue Beatificada el 3 de septiembre de 1988 por el Papa Juan Pablo II.

 Ellos, juntos con muchos otros chilenos y chilenas, conocidos y desconocidos, son para nosotros ejemplos estimulantes de la posibilidad de crecer cada día más en la "calidad de vida cristiana". Pero, ¿cuántos más son los santos y santas chilenos que, en el anonimato, viven heroicamente la fe

A veces son personas que pasan a nuestro lado, o estudian con nosotros, o viven cerca de nosotros, (tú estás llamado a la santidad).  Son aquellos que luchan por la defensa de los derechos humanos, (los que en estos días luchan contra el “corona virus” en la llamada primera línea,) los que hacen las cosas bien y con responsabilidad, los que actúan con honestidad, aunque el resto no lo haga, lo que usan su tiempo libre para el sano esparcimiento o la participación en grupos solidarios.

La santidad está más cerca de nosotros de lo que pensamos. Y es algo que lo palpamos en esta vida. No es necesaria la muerte para que podamos decir: "era una persona santa, muy buena, que será difícil olvidar

La política al servicio del bien común