La economía en el marco del
Reinado de Dios
Jesús, más que hablar sobre el
tema de la riqueza y la pobreza en sí, puso el tema económico en el marco del
Reinado de Dios, que es una nueva convivencia en la justicia y en la
solidaridad. Liberados del mal y reincorporados en la comunión con Dios, todo
varón y mujer pueden continuar la obra de Jesús como cristianos en la Iglesia,
con la ayuda de su Espíritu, para:
• Hacer justicia a los pobres.
• Buscar activamente un nuevo orden
social, en el que se ofrezcan soluciones adecuadas
a la pobreza material.
• Combatir de un modo más eficaz las
fuerzas que impiden que los más débiles se liberen
de su miseria.
Cuando esto sucede, el Reino de Dios
comienza a surgir sobre esta tierra.
La
economía de la solidaridad
Los cristianos y cristianas, a
la luz de la Revelación, consideran que la actividad económica es una respuesta
agradecida a los dones que Dios entrega a la humanidad. Los seres humanos
custodian los dones recibidos de su mano generosa, usándolos con el compromiso de
perfeccionar su propia vida, la de los demás y del mundo entero.
Una buena administración de
los dones recibidos, incluidos los materiales, es una obra de justicia hacia sí
mismo y hacia los demás hombres: lo que se recibe ha de ser bien usado,
conservado y multiplicado.
La economía es útil cuando no traiciona su función de
medio para el crecimiento integral del hombre y de las sociedades, en pro de la
calidad humana de la vida. La economía de la solidaridad es un proceso dinámico
y multifacético en el que se aplica el criterio iluminado por la moral social cristiana. Se piensa que la relación entre la economía y la solidaridad es un
modo de paliar algunos defectos de la economía, o de resolver ciertos problemas
que la economía no ha podido superar y se echa mano de la compasión y la
colecta generosa de recursos. Este punto de vista hace ver la solidaridad
únicamente como forma de compartir los recursos y ayudar a los que resultan
desfavorecidos o son excluidos por un sistema económico.
Sin embargo, la solidaridad
debe introducirse en la economía misma, y operar en las diversas fases del
proceso económico: en la producción, distribución, consumo y acumulación.
Y comparecer también en la
teoría económica, superando una ausencia muy notoria en una disciplina en la
cual el concepto de solidaridad pareciera no encajar espontáneamente.
La riqueza existe para ser
compartida
Los cristianos afirman que los
bienes, aun cuando sean poseídos legítimamente por alguien, siempre tienen un
destino universal. Si esto es así, entonces no está bien la acumulación
indebida, ya que contradice el destino universal que Dios creador les dio.
Jesús libera al ser humano de manera completa, también de este apego
desordenado a las riquezas.
Desde
la vida cristiana
Pobreza e ingreso
Se define la pobreza humana por el empobrecimiento
en múltiples dimensiones: la privación en cuanto a una vida larga saludable, en
cuanto a conocimiento, en cuanto a un nivel decente de vida, en cuanto a
participación. Por el contrario, se define la pobreza de ingreso por la privación en una sola dimensión, el ingreso,
ya sea porque se considera que ese es el único empobrecimiento que interesa o
que toda privación puede reducirse a un denominador común. El concepto de
pobreza humana considera que la falta de ingreso suficiente es un factor
importante de privación humana,
pero no el único. Ni, según
ese concepto, puede todo empobrecimiento reducirse al ingreso. Si el ingreso no
es la suma total de la vida humana, la falta de ingreso no puede ser la suma
total de la
privación humana.
Moral
y economía
La Iglesia insiste en los
fuertes vínculos que existen entre la moral y la economía. Reconocer los
fundamentos matemáticos y sociales de la economía no significa rechazar como irracional
una argumentación que sea trascendente, ya que el fin de la economía no está en
ella misma, sino en su destinación humana y social. A la economía, en efecto,
no se le confía el fin de la realización del varón y la mujer en la buena
convivencia humana, sino solo una tarea parcial, aunque importante: la
producción, la distribución y el consumo de bienes materiales y de servicios.
Es un deber para los seres
humanos desarrollar de manera eficiente la actividad económica, ya que de otro
modo se desperdiciarían los recursos; pero para el cristiano no es aceptable un
crecimiento económico obtenido con daño a la persona, a su dignidad, pasando a
llevar los derechos de grupos sociales y pueblos enteros.
En el corazón del evangelio de
Lucas hay una larga sección (Lc 9,51-19,28) dedicada al “camino
de Jesús hacia Jerusalén” y en
ella aparece una serie de parábolas, de relatos muy significativos,
que contienen el núcleo
esencial del mensaje de Jesús en un lenguaje impactante y muy crítico.
Uno de los temas de las
parábolas es la economía y en el capítulo 16 encontramos dos, la primera,
sobre el dinero injusto
(Lc.16,1-15), y la segunda, sobre el hombre rico y Lázaro (Lc.16,19-31) y
ambas están estrechamente
relacionadas. En ellas Jesús descubre la trampa en la que el dinero,
en cuanto aspiración
idolátrica de la vida humana, tiene atrapada a la gente. Su mensaje central
es la sentencia lapidaria de
Jesús: “No podéis servir a Dios y al dinero” (Lc. 16,13).
En la parábola del administrador
(Lc. 16,1-15) se revela la injusticia de un sistema económico
que utiliza el préstamo de
dinero con interés para agrandar el abismo existente entre pobres y
ricos. El administrador era
una persona de confianza, se trataba de un representante del amo, con la capacidad para hacer
préstamos, arrendamientos, avales. Al hacer préstamos recibía una comisión en concepto de intereses.
Esa comisión aparecía también normalmente en el total de la deuda. Jesús no alaba la
injusticia del administrador ni su falta de seriedad. No es la parábola del administrador injusto,
sino del administrador listo, porque supo renunciar a los intereses que a él le
correspondían. La cuestión central es la renuncia al beneficio propio. Lo que
elogia el amo es la sagacidad del administrador por descontar de la deuda total
la comisión que le corresponde, ganándose así la amistad de los deudores.
El administrador sagaz de la parábola es elogiado porque
utiliza su poder para cumplir la ley del
Antiguo Testamento (cf. Éx.
22,24-25; Dt. 23,20; Lv. 25,35-38), que prohibía cobrar los intereses
de los préstamos y corregir
así el sistema económico vigente en la época de Jesús (y también
en la nuestra). Aunque en
principio fuera por interés personal, la conducta del administrador
responde en el fondo a los
intereses y planteamientos de una moral económica de los oprimidos,
para la cual no los ricos sino
los pobres son importantes. Según la parábola, quien tiene dinero y bienes es
en realidad, solo administrador de los mismos, no un propietario. La correcta
administración de los bienes tiene que responder a las necesidades de los
pobres. El dinero (y el
sistema económico, incluido el
crecimiento económico) no es un fin en sí mismo y solo ha de servir para hacer
el bien, especialmente a los más pobres del mundo. En el marco de las dos parábolas
de Lc. 16 se diseña, pues, un proyecto de economía alternativa orientado a
atender las necesidades de los pobres, orientado a compartir y dar sin esperar
nada a cambio.
La alternativa entre Dios y el
dinero se convierte en un absoluto. Jesús es consciente del atractivo seductor
y corruptor de las riquezas y sabe que el dinero es un dios que exige pleitesía
y adoración. Cuando el dinero se convierte en dios, se pone en peligro la
convivencia humana, se rompen las relaciones familiares, se olvida el perdón,
se extorsiona, se roba, se traiciona y sellega hasta quitar la vida del otro.
Por eso Jesús declara abiertamente que no se puede servir a Dios y al dinero.
Desde
la vida cristiana
La
iniciativa privada y la empresa
La economía se preocupa de la
formación de la riqueza y su incremento progresivo, en términos no solo
cuantitativos, sino cualitativos, todo lo cual es moralmente correcto si está orientado al desarrollo global
y solidario del ser humano y de la sociedad en la que vive y trabaja. El desarrollo, en
efecto, no puede reducirse a un mero proceso de acumulación de bienes y servicios. Muy por
el contrario, la pura acumulación, aun cuando fuese en pro del bien común, no es una
condición suficiente para la realización de la auténtica felicidad humana.
En este sentido, la Iglesia
pone en guardia contra la mentira que se esconde tras la simple acumulación de bienes, ya
que la excesiva disponibilidad de estos fácilmente hace a hombres y mujeres esclavos de
la “posesión” y del goce inmediato. Es la llamada sociedad de consumo que da lugar al
consumismo.
La Iglesia
considera la libertad de la persona en el campo económico un valor fundamental y un derecho muy importante
que hay que promover y cuidar.
Cada uno tiene el derecho de
iniciativa económica, y podrá usar legítimamente de sus talentos para contribuir a una
abundancia provechosa para todos, y para recoger los justos frutos de sus
esfuerzos.
Es una gran riqueza
actualmente que muchas empresas (grandes, medianas y pequeñas) sepan organizar un esfuerzo
productivo en vistas a satisfacer necesidades determinadas, que sepan planificar un
esfuerzo sostenido en el tiempo, haciendo una inversión racionalmente pensada y asumiendo los
riesgos necesarios. Así se hace cada vez más evidente y determinante el papel del
trabajo humano, disciplinado y creativo, y el de las capacidades de iniciativa y de espíritu
emprendedor, como parte esencial de la economía.
Economía
y empresa
Lo propio de las empresas es
la capacidad de servir al bien común de la sociedad mediante la producción de bienes y
servicios, creando riqueza para toda la sociedad, no solo para los propietarios, sino también
para los demás sujetos interesados en su actividad. Además de esta función
económica, la empresa desarrolla una función social, creando oportunidades de encuentro,
de colaboración, de valoración de las capacidades de las personas implicadas.
Así, la empresa no puede
considerarse solo como una “sociedad de capitales”, sino también como una
“sociedad de personas”, en la que entran a formar parte de manera diversa los
que aportan el capital y los que colaboran con su trabajo.
Al pensar en una empresa,
quizás la primera idea que se venga a la cabeza es “ganancia”.
La Iglesia reconoce el valor
del justo beneficio, como primera evidencia del buen funcionamiento de la
empresa. Sin embargo, no es el único ni mejor criterio para decir que la empresa
cumple su fin. Por ejemplo, puede que los balances económicos sean técnicamente
correctos, y que al mismo tiempo los empleados, el recurso más valioso de la
empresa, sean humillados y ofendidos en su dignidad, o que la actividad de la
organización tenga una grave repercusión sobre el entorno natural.
La dimensión ética del
desarrollo económico tiene que ver con lo que Goulet llama el “full life
model” o “modelo de vida
plena”. Cada sociedad tiene un modelo de vida plena que tiene derecho
a realizar y ello es lo
fundamental en la propuesta del desarrollo integral. Se trata de que las
poblaciones puedan expresar
qué es para ellas desarrollo, desde su propia visión del mundo y
de la vida, desde sus paradigmas.
Por ello la primera cuestión
sobre el desarrollo es preguntar a las comunidades, a los grupos
humanos concretos qué es para
ellos el desarrollo; cuando nos lo expliquen con sus sencillas
palabras estaremos entendiendo
detrás de ello su modelo de vida plena. Esa debe ser la habilidad
principal del agente de
desarrollo (proactiva).
Por ello decimos que el
desarrollo no es solo “desde abajo” sino “desde adentro”; es decir, si el
desarrollo no parte del
espíritu de la gente, no es auténtico desarrollo.
Humberto Ortiz Roca
Actividad 1.-
1.- De acuerdo al texto, ¿Cuándo
comienza a surgir el Reino de Dios en la tierra?
2.- Qué es la economía de la
solidaridad?
3.- Cuáles son las faces del
proceso económico?
4.- Qué es la pobreza humana?
5.- Que es la pobreza de
ingreso?
6.- Por qué Jesús elogia al
administrador astuto (Pillo)
Actividad 2.-